"Escribir es un grito de socorro a las preguntas que nos surgen cada día. No escribir sería, por el contrario, un indicio de indiferencia hacia todo lo que me rodea y no podría vivir de espaldas al mundo"


- Para llegar a este libro, ¿qué has tenido que arrojar por la borda y qué has debido adquirir, cultivar, perfeccionar…?

- He arrojado, sobre todo, los restos de un rubor que prendió fuego a mi infancia, la inutilidad de una timidez absurda que aprendí a combatir desde los cuadernos. Superada ésta, y a lo largo de todo este tiempo he ido perfeccionando la técnica y mi capacidad de corregirme a mí misma en una larga búsqueda. El camino de la poesía es el del aprendizaje.

- Hace algún tiempo, definiste tu poética en estos términos: La Poesía es un locutorio entre el mundo y uno mismo. Y exige el abandono de cierto pudor emocional para abordar los folios como ouijas, donde emplazar a los fantasmas personales, los temores… y poner de manifiesto también las heridas de la realidad social en que vivimos. Asimismo -y citando parte de uno de mis sonetos- diría que “sólo el poeta acepta el sacrificio / tan vano de intentar que albergue un verso / vida, y lata, y refleje en su reverso / el rostro de una voz entre el bullicio”. ¿La sigues suscribiendo, cinco años más tarde?  

- ¿Ya han pasado cinco años de eso? (risas). Sigo pensándolo pero con matices. Escribir es un sacrificio de tiempo y de imaginación pero también es un grito de socorro a las preguntas que nos surgen cada día. No escribir sería, por el contrario, un indicio de indiferencia hacia todo lo que me rodea y no podría vivir de espaldas al mundo.